DON RODRIGO SARMIENTO DE SILVA , V DUQUE DE HIJAR.
(Madrid, 1600 - León, 1664). Don Rodrigo Sarmiento de Silva, de Villandrando y de la Cerda, conde de Salinas, la Bureba y Ribadeo, marqués de Alenquer y, por matrimonio, duque y señor de Híjar, Lécera y Aliaga, príncipe de la Portella, conde de Belchite, Castellot, Guimerá y Vallfogona, vizconde de Illa, Canet, Evol, Añer y Alquerforadat, comendador de Coruche y Soure en la orden de Cristo, perteneciente a la alta nobleza castellana, entroncado en última instancia con la monarquía castellana por ser descendiente de la casa de la Cerda, fue hijo de don Diego de Silva y Mendoza, conde de Salinas y de Ribadeo, duque Francavilla, marqués de Alenquer, caballero de Alcántara, comendador de Herrera, del consejo de Estado y Justicia de Portugal y virrey de este reino, quien casó en terceras nupcias (1599) con la que iba a ser madre de don Rodrigo, doña Marina Sarmiento Villandrando de la Cerda, VII condesa de Salinas y Ribadeo, la cual moriría del sobreparto.
A los veintiún años casó con doña Isabel Margarita Fernández de Híjar, V duquesa de Híjar, Lécera y Aliaga, VI condesa de Belchite, condesa de Vallfogona y Guimerá, perteneciente a la más rancia nobleza aragonesa descendiente de Jaime I , gracias a la cual don Rodrigo obtendría los siguientes títulos: los ducados de Híjar, Lécera y Aliaga, en el Bajo Aragón, a los que habría que sumar Almonacid de la Cuba, Urrea, Castelnou y Puebla de Albortón; el condado de Belchite y el de Castellote; y en Cataluña los de Guimerá y Vallfogona, los cuales procedían, como los siguientes, de la madre de la duquesa, la cual ostentaba los títulos de vizcondesa de Illa, Canet, Evol, Añer, Alquerforadat, Alia, Tatzón, y San Martín de Subirats, señora de la casa de Pinós y de las baronías de Melany, Mataplana, La Portella, Zurita, Peramola, Estach, Rocafort y Olçariz, los cuales obtendría don Rodrigo. Sin embargo algunos de tales títulos serían disputados y ostentados al mismo tiempo por otras personas. Es importante considerar, por otra parte, que pese a todos los títulos que recibiera a través de su mujer no obtuvo el de la nacionalidad aragonesa.
No gozaría el de Híjar de la simpatía de Olivares, quien lo tendría apartado de la política; sólo a partir de 1640 obtendría eventualmente de éste un cargo militar en la guerra de Portugal. Por otra parte, a partir de este momento se introduciría don Rodrigo en un constante túnel de intrigas, aprovechando la decrépita y quebradiza situación de la monarquía de los Austrias, que en su debilidad política interna, contrastando con una mayor tendencia absolutista, propiciaba los movimientos secesionistas de los reinos peninsulares.
El duque de Híjar en el año 1640 rompía con la atonía que desde su vida cortesana experimentaba respecto al reino de Aragón; efectivamente, a una comisión de diputados del Reino , que en el verano de 1640 marchó a Madrid para pedir al monarca que se eximiera al reino de la pesada carga de los alojamientos militares, se le perdonasen 150.000 ducados atrasados y que sólo tuvieran que dar a los soldados los sustanlicios (agua, sal, lumbre y cama), sería el de Híjar quien el 27 de julio los apadrinara y condujera a palacio, como grande de España en aquel reino, para besar éstos la mano al rey. De igual modo ocurría al día siguiente cuando fueron los síndicos de Zaragoza, Juan Palacios y Juan Luis de la Porta, a palacio, para tratar asuntos de semejante índole que los expuestos anteriormente por los diputados.
El conflicto catalán , sumamente agudizado este mismo año, a finales del cual darían comienzo las hostilidades, nos plantea la interrogante, hasta el momento muy poco estudiada, de cuál sería la actitud del intrigante don Rodrigo, y su actuación al principio de la contienda, ya que como es sabido sus intereses tanto familiares como materiales (sus posesiones) excedían por mucho las fronteras del reino.
El año 1641 hubo de realizar el que sería su segundo viaje a Aragón (recordemos que el primero fue para su casamiento); en esta ocasión sería a causa del pleito que sostenía acerca del condado de Belchite y el ducado de Híjar con don Pedro de Híjar, que ostentaba el primer título. Como Ezquerra apunta, «pleito que era causa de escaso trato con la familia de su esposa y de poca simpatía en Aragón, de manera que los jueces le guardarían justicia, pero no le harían gracia ni el pueblo se lo desearía, según expresión de un testigo de los hechos». El pleito lo ganaría, pues continuaría usando los títulos propios de la casa de Híjar, conservando de esta forma sus rentas y estados. Durante su estancia en la ciudad de Zaragoza, trataría de intervenir en asuntos internos, por lo que no sería bien visto, siendo considerado como extranjero.
En el año 1643 acompañó a tierras aragonesas al rey Felipe, el cual durante estos años acudió al reino con cierta frecuencia por motivos de la guerra que se estaba realizando en Cataluña y fronteras de Aragón. El duque de Híjar regresó a Madrid a primeros del año siguiente. Fue en este mismo viaje donde parece que comenzaron las disensiones y desavenencias entre él y don Luis de Haro , sucesor de Olivares en el cargo y valimiento del monarca, como quedó reflejado en la conjura de nobles por la que el duque intentó derribar a don Luis, sin conseguir más que su propio destierro a Villarrubia de los Ojos (1644).
Al margen de la petición de naturalización de su hijo primogénito Jaime en las Cortes de 1646, poco sabemos de las relaciones entre el duque de Híjar y el reino, destacándose la conspiración de 1648, como consecuencia del cual fue condenado a tormento. Por no conseguir que confesase, y por no lograr que se declarara culpable no se le pudo condenar a muerte, quedando finalmente sentenciado a prisión perpetua y a multa. Murió en el cumplimiento de dicha condena en la cárcel del castillo de León, habiendo sido rechazadas las instancias de indulto que se solicitaron. Sería Mariana de Austria, primera mujer de Felipe III de Aragón (IV de Castilla) quien rehabilitase su memoria nombrando a su hijo, Jaime de Silva, virrey de Aragón, cargo que ocuparía entre los años 1681 a 1692.
R. Ezquerra, estudioso de este personaje, manifiesta que «el Duque de Híjar es un perfecto representante de la nobleza española del siglo XVII, aristócrata que aún se revolvía, con escasa fuerza ya, contra el triunfante absolutismo regio. En vida y costumbres no se aparta casi nada de las habituales en sus congéneres, como ellos se divierte, juega en justas, luce su riqueza, intriga, procura obtener cargos elevados, escribe versos...; y a diferencia de muchos no es nombrado virrey o presidente de algún consejo, y a diferencia de casi todos, expió la culpa de no saber acomodarse al régimen imperante».
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